jueves, 13 de febrero de 2020

El dibujo en la obra de Martín-Caro

“… mi obra … es posible sea una transformación, vista en sentido positivo, de la forma de la conciencia humana” 
Julio Martín-Caro. Escritos

Escrito en 

Se han reconocido dos vías en la creatividad plástica de Julio Martín-Caro, que son paralelas. Por un lado estaría su producción sobre tela o plancha de madera, que sigue un desarrollo gradual, controlado y cerebral. Por otro, sus dibujos, ilustraciones y obra gráfica, que van por delante en audacia expresiva, y se manifiestan menos contenidos, más viscerales y libres [1].
Analizando la evolución estilística de la obra de este pintor, también es posible advertir el importante papel que en ella ha jugado el grafismo.
En la primera etapa de su formación, dirigida por Manuel Gutiérrez Navas en su estudio de Madrid, debe reprimir los “desdibujos” que de manera natural le salían y con los que buscaba distorsionar la realidad visible, y someterlos a la naturaleza de la cosas, tal como deseaba su maestro. Esta tensión entre lo que anhela y reprime, alcanza a principios de 1956 un nivel que logra liberarse gracias a dos colaboraciones surgidas por entonces: los bocetos para la decoración del teatro real de Madrid, en los que ayuda a Carlos Pascual de Lara, y la pintura, de tamaño mural, de “La Última Cena”, para el Monasterio de Mercedarios de Poyo (Pontevedra), antes de cuya versión definitiva deberá realizar numerosas sanguinas y tintas, que fuerzan a la evolución de la disciplina gráfica impuesta. Hay que tener en cuenta que, ya en esos años, Martín-Caro, estaba muy interesado tanto por la música como por el cine, que son medios de expresión nada estáticos, sino dinámicos y temporales.
Por lo tanto, hasta 1958, la línea pasa en su obra de entenderse como contorno marcado de las formas, a ir perdiendo definición, soltándose y desdibujándose, a favor de la mancha de color (sea óleo, guache o acuarela), encargada de dar el volumen a la figura. Una figura que va alcanzando un aspecto escultórico. En los apuntes libres, la línea se adapta a su intención expresiva, la de comunicar los rasgos esenciales de la figura. Predomina en esta etapa la temática costumbrista, dentro de esa amplia orientación que podríamos llamar “expresionismo ibérico de género a lo Solana”, y que ya va definiendo el interés de Martín-Caro por la condición humana. También hay que recordar que Martín-Caro pasa en este momento, como sobre ascuas, por el impresionismo y el pos-impresionismo, interesándose en los géneros de paisaje, retrato y bodegón.
En este punto comienza la etapa neo-cubista de Martín-Caro, que se extiende desde la segunda mitad de 1959 a principios de 1962. Es una orientación que evoluciona hacia un creciente dominio expresivo del color y de la forma dinámicamente entendidos, esto es, hacia una estética órfica, donde al dibujo le corresponde la misión de plasmar las estructuras constructivas de forma inequívoca. Los pilares de esta orientación son, fundamentalmente, el cubismo histórico (Picasso, Gris, Braque), la reconsideración cubista de Vázquez Díaz (impresionismo + pintura constructiva de Cézanne + El Greco/Zurbarán + cubismo propiamente dicho), las composiciones constructivas de Bruno Saetti basadas en la importancia de la ordenación del espacio sin merma de poesía, y la temática humanista de Brueghel el viejo. En este momento conoce el grabado litográfica de manos del propio Saetti.
Y en su evolución final, el color, de ser una masa supeditada a la línea y a la forma definida, pasa a disfrutar de una mayor libertad espacial. La manera que Martín-Caro adopta de insertar a la figura en el ambiente, es lo que justifica, para Ángel Crespo, su inclusión dentro del “nuevo espacialismo español”, junto con sus amigos Fraile, Medina y Vento [2]. Esta tendencia se basa en la presencia de un espacio biológico que es resultado de la fingida corporeidad de las figuras representadas, un espacio existencial donde éstas se afirman por sí mismas como si se tratase de su exudación corporal.
En esta etapa, estrenada a partir de 1962 y hasta el fallecimiento del artista en 1968, la obra pictórica sigue las técnicas del informalismo (aplicación espontánea del color, expresión libre de la materia, chorreo …), pero mantiene un diálogo permanente con sus dibujos, preferentemente las tintas chinas al cálamo sobre cartulina, que inspiran las series “El muro”, “Maternidades”, “Reses y carneros”, “Formas de la angustia”, “Serie roja” y “Serie gris”, como resultado de posicionamientos teóricos previos sobre el lenguaje de las formas y a partir de un bagaje filosófico existencial (Kafka, Schopenhauer, Camus, Kierkegaard …), de orientación pesimista. El nuevo espacialismo de Martín-Caro se hace presente, de manera simultánea, en sus óleos-temples y guaches, donde el trazo ancho y grosero del pincel crea la estructura de sus homúnculos, mediante ese desdibujo característico.
En la obra de Martín-Caro se advierten diversas especialidades gráficas:
> Apuntes del natural, ejecutados con lápiz de grafito, barra Conté, sepia y sanguina, sobre papel; mediante ellos soltó la mano, aprendió a representar y estableció un repertorio de motivos para su obra de mayor formato, la pictórica; son los realizados durante su periodo de formación con Manuel Gutiérrez Navas, entre 1953 y 1956, en su mayor parte en Madrid. Anotaciones, escritas en ellos, hablan de su afición a la música. Se centran en los internados de la sección de psiquiatría del hospital Provincial de Madrid; en los paseantes del Retiro; los modelos desnudos del Círculo de Bellas Artes (sus “academias”); las copias del Museo de Reproducciones; tipos de los tugurios de las calles Echegaray y Alcántara; escenas madrileñas, que forman por sí mismas una serie; escenas campesinas de Fuensalida (Toledo), el pueblo donde nació su padre, con tipos, fiestas y rincones, anotados en 1957; y la serie de Palma de Mallorca (molinos, pescadores …), de 1958.
> Ilustraciones inspiradas en obras literarias, realizadas con técnica mixta sobre papel; en ellas va interiorizando su drama personal. Se trata de las siguientes series, realizadas a partir de 1957:
  • “El sueño de Tania”: visión apocalíptica en la línea de vanitas de Valdés Leal y del negrismo de Solana, con su toque de ironía añadido
  • “La busca”, de Pío Baroja: los viejos oficios de los barrios populares, personajes marginales, inmigrantes de la gran ciudad …
  • “Campesinos”, de Antón Pavlovivh Chéjov: refleja en ella la vida gris y sin horizontes de la Rusia agraria de principios de este siglo
  • “La peste”, de Albert Camus
  • “Nemir duse”, poemario del croata Alan Horic
  • “Los hermanos Karamazov”, de Feodor Mijailovich Dostoievsky
  • “Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes
  • Y otras ilustraciones para el poeta canadiense George Charpentier
> Los grabados, que empieza a rayar tras conocer a Saetti en Venezia, año 1959. Comienza por hacer autografías a partir de estudios del natural realizados con pluma; en un segundo momento recurre “a la manera negra”, para traducir mejor sus visiones grotescas de simples escenas de género o composiciones surreales que configuran la serie “Grottesco” (1959-60). A partir de 1963 abandona la “manera negra” y se decanta por la “aguada” litográfica, de efectos pictóricos más que gráficos, grises antes que negros, a propósito para su expresionismo (normalmente empleando una sola tinta). La crítica alaba su calidad superior a la obra pictórica y las galerías e instituciones así lo reconocen: representa con ellos a España en Ljublijana y en Alejandría (1963) y por ellos recibe el Premio “Ciudad de Pamplona” (1962).
> Las tintas: serie de dibujos a la tinta china sobre papel barba, realizados en la última fase de su carrera artística, 1966-68, empleando el cálamo, un trazo nervioso, tan curvo como quebrado, con salpicaduras de tinta e incluso borrones para señalar “heridas” o rechazos (no es casual que muchos de estos borrones, incluso trazos, detesten explícitamente el sexo). La narración es secuencial, centrándolo en un icono atormentado, que empieza por ser un androide-escarabajo y desde 1967 se transforma en figura femenina dinámica. Constituyen su diario íntimo y, como escribe Catalán, equivalen a una suerte de puente entre su inconsciente y las obras más acabadas y complejas [3]. La repetición del motivo humano tiene un fuerte componente emocional, reforzado por el título dado a cada representación, unas veces con actitud irónica, otras de manera trivial, y textos en los que el autor mantenía con frecuencia coloquios con Dios. Si bien algunas de estas tintas son estudios compositivos para obras de mayor envergadura, otras componen series como “Primavera negra”, “Guiñol”, “Salmos”, “El circo” o “Caprichos de Paganini”.
Además de estos grandes bloques de trabajo, Martín-Caro dedicó atención parcial al diseño de figurines teatrales, ilustración de revistas (por ejemplo, Mundo hispánico), incluso al cartelismo.
También debemos destacar sus dibujos preparatorios para pinturas definitivas como “la Última Cena”, realizada para el Monasterio mercedario de Poyo (Pontevedra), que dio origen a una serie de dibujos lineales, de trazo puro y esencial; o los bocetos sobre el “Juicio Final” (1958) para las pinturas murales, finalmente no realizadas, de la Iglesia de Lequeitio, en Vizcaya, donde se aprecia la relectura de Picasso a través de la dicción de su amigo Carlos Pascual de Lara.
Así mismo, es posible observar en la obra de Martín-Caro ciertas series independientes, que nos hablan de su incansable capacidad de trabajo y de su fondo religioso, que afloraba de cuando en vez, pero de forma repetible:
  • Serie sobre “La Pasión” (1953-58): dibujos pictóricos, de aliento expresionista, con planos de sombreado y de luz muy marcados, y formas constructivas
  • Serie sobre “El circo” (1956-57): payasos y caballos representados con técnica mixta, aunando dibujo y pintura con contrastes de color y de luz
  • Dibujos sueltos (1959), en que predomina el paisaje pesquero, las escenas marineras, los paisajes de interior, y en donde alterna línea alada con estructura cubista
De todo este conjunto de obra, el Museo de Navarra dispone de un lote representativo, que ahora ofrece a la contemplación del espectador. Así es posible conocer mejor la interioridad de este profesional de las artes plásticas, ya desaparecido de entre nosotros y al que ahora recordamos.
El dibujo se considera, inmerecidamente, obra menor y complementaria del artista. Nada más lejos de la verdad. En ella, todo lo contrario, se aprecia con la mayor sinceridad la lucha por el aprendizaje, la creación de modelos, las tentativas más espontáneas o los estudios analíticos de los que luego se beneficiará la pintura de mayores dimensiones, a menudo menos sentida que estos jirones del alma que son los dibujos de cualquier artista.

Notas

[1] CATALÁN, C. Martín-Caro. Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, Pamplona, 1994, p. 132.
[2] A. Crespo en el catálogo de la exposición Cuatro pintores: Fraile, Martín-Caro, Medina, Vento. Sala de Exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1964 (núm. LXVIII, junio de 1964); y el titulado Fraile, Martín-Caro, Medina, Vento. New Spanish Spatialism. Zora Tyler (Gallery Bique), Madrid, 1964.
[3] CATALÁN, C. Op. cit, p. 148.

Tomado de : https://www.zubiaurcarreno.com/dibujo-la-obra-martin-caro/



miércoles, 5 de febrero de 2020

Asociación de Arte Julio Martín-Caro

La ASOCIACION DE ARTE JULIO MARTIN-CARO, “ASOMARTINCARO” , se creó y registro en el año 2019, en el Registro Nacional de Asociaciones, Sección 1ª, Nacional bajo el Nº. 618395, asociación sin fines de lucro, en memoria del artista y pintor JULIO MARTIN-CARO SOTO, pintor español, nacido en la ciudad de Pamplona el 31 de enero del año 1933 y falleció el 30 de abril del año 1968 en la Ciudad de Madrid, a la edad de treinta y cinco (35) años.

La Asociación, tiene como objetivos, orientar, guiar, apoyar a organismos empresariales, coleccionistas, organismos públicos, organismos privados, universidades, instituciones educativas en el desarrollo, promoción, divulgación, mantenimiento y protección de las artes plásticas en especial de la obra de Julio Martín-Caro Soto.

Laborará para crear ambiente favorable hacia las Artes Plásticas en general, realizará actividades diversas para aumentar la asistencia del público y para difundir el arte plástico en general.

El patrimonio de la Asociación esta formado por las obras existentes en la Asociación, por los aportes de organismos públicos y privados y por los aportes de los miembros.

La Asociación ha establecido relaciones con museos, galerías, organismos gubernamentales a nivel nacional e internacional.

La Asociación asesora a otras asociaciones y también efectúa avalúos, peritajes, inventarios de obras de arte, que sean solicitados.

Hemos ubicado obras de Julio Martin-Caro y de otros artistas, en museos, instituciones y empresas privadas a nivel nacional e internacional.

La Asociación, posee el libro titulado MARTIN-CARO, con un contenido de la vida y obra del artista, el cual también lo pueden consultar en varios museos.

Los invitamos a ser parte de nuestra asociación.





martes, 4 de febrero de 2020

Julio Martín-Caro Soto

En Honor a

Julio Martín-Caro Soto



Nace en la ciudad de Pamplona, el 31 de Enero de 1933, como Julio Hilario Martín-Caro Soto y fallece en la ciudad de Madrid el 30 de Abril de 1968.

Pintor navarro, clasificado en la nueva figuración española que se desarrolló a principios de la década 1960 y supuso una reacción ante el informalismo, ya agotado. Contemporáneo de Saura, Barjola, Mateos, Medina. Vento y Fraile, se sitúa como ello en la vanguardia de un expresionismo abstracto de carácter neogoyista, al que se entrega sobre todo en los diez últimos años de su vida, truncada prematuramente por una vasculopatía generalizada que condiciona dolorosamente su existencia. De familia de comerciantes toreros, mitad castellana y mitad navarra, tuvo una inclinación acusada por la música y la literatura. Su autor preferido era Kafka. 

En 1953 dejó sus estudios universitarios de Ciencias Química para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue alumno, entre otros, de Manuel Gutiérrez Navas, Pancho Cossío y Carlos Pascual de Lara, con quien colaboró en las pinturas murales del Teatro Real y a quien debía su admiración por El Greco. En estos años acudía tres veces por semana al Museo del Prado y estudió con detenimiento no sólo al pintor hispano-cretense, sino al tenebrista Zurbarán y a Goya, cuya serie negra le impacto poderosamente. 


En 1959, obtuvo una beca extraordinaria de la Institución Príncipe de Viana por mediación de la Diputación Foral de Navarra para ampliar estudios de pintura al fresco en la Escuela de Bellas Artes de Venecia, con su director y célebre muralista Bruno Saetti, que le propuso como adjunto de su cátedra. Esta ayuda oficial fue recomendada por Daniel Vázquez Díaz. 


La evolución estilística del pintor, hasta este momento, había sido rápida. Comenzó por concebir sus temas de forma impresionista. Le atrajo a continuación el postimpresionismo, con una influencia de Van Gogh en la expresión cromática y de Cézanne en la simplificación de volúmenes y planos, orientándose hacia un cubismo que buscaba a la par la expresividad de las cosas, sacando de ellas su intimidad sustancial. Fue el momento en que se interesó también por la pintura descarnada de Gutiérrez Solana. La relación con Saetti, sin embargo, le fue trascendental, pues por un lado profundizó en las técnicas de pintura mural “a la veneciana”, que harían ganar en expresividad sus representaciones, y por otro el fuerte patetismo del pintor boloñés -que deformaba la figura hasta rozar el arte abstracto- lo empujó aún más al expresionismo, que en esos años venían impulsando artista como Bacon, Dubuffet y De Kooning. 


El expresionismo de Martín-Caro buscaba, por influencia de la pintura mural y del tenebrismo español, la sugestión escultórica de la figura en el espacio. De ahí que también se le considere dentro del espacialismo, según el cual la forma debe proyectarse en el espacio tanto como éste dentro de aquélla. 


Aficionado a los viajes, de ellos se sirvió para inspirar su obra y realizar profundos estudios, por ejemplo de la pintura renacentista italiana y de la de Brueghel el Viejo, en Viena. También le sirvieron para darse a conocer en Europa y América, de modo especial en Francia, Italia, Venezuela y Estados Unidos. 


Desde el punto de vista estético, el interés de su pintura se centra en el valor dado a la composición de las figuras y a la transformación de las texturas de color, pues si en un principio se sirve de la mancha espesa para definir la forma, después se licúan éstas, se enfrían sus gamas cromáticas en grises, blancos y ocres, y se gestualiza el trazo pictórico con vehemencia, en la misma progresión temperamental del autor hacia el existencialismo. Utilizó procedimientos técnicos personales. Empleó el gouache y estampó magníficas litografías, de apariencia pictórica y trazo expresionista. Pintor de paisaje, de retrato y de naturaleza inerte, lo fue sobre todo de la figura humana o animal, dolorosamente consideradas. Destacan sus series de campesinos, desnudos, carneros eventrados, maternidades y formas humanas. Martín-Caro alcanzó el Premio del Ayuntamiento de Madrid (1955), el Ciudad de Pamplona (1962) y el Mestre de Pintura de Italia (1960). 


Fallece prematuramente en la ciudad de Madrid, a consecuencia de una vasculopatía generalizada a la temprana edad de 35 años, enfermedad vascular degenerativa que había sido diagnosticada en 1957.


A pesar de su enfermedad y de su muerte prematura, Martín Caro legó una obra en la que se puede constatar cómo participó en los movimientos de vanguardia que supusieron la apertura de la pintura española de la década de 1960. Su pintura, densa y personal, está dotada de una gran expresividad y puede englobarse dentro de la nueva figuración que algunos artistas emprenden en esos años.


Su obra se conserva en importantes museos y colecciones nacionales y extranjeras.


Texto adaptado, tomado de : http://www.enciclopedianavarra.com/?page_id=13979 

http://dbe.rah.es/biografias/50465/julio-martin-caro